lunes, 10 de diciembre de 2018

Domingo II de Adviento
Domingo de la conversión
Iniciamos la segunda semana de Adviento con la mirada puesta, de nuevo, no sólo en la Navidad de este año, sino en la venida gloriosa de Cristo al final de la historia.
El profeta Baruc (5,1-9) asegura la cercanía y la ayuda de Dios. Pide al pueblo que se alegre, porque sus hijos vuelven gozosos a la patria, a Jerusalén, después del destierro. Es Dios mismo quien prepara el camino para esta vuelta: todo será fiesta y alegría, y triunfará la justicia.
El salmo prolonga el mensaje de espera gozosa: "el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres". Los creyentes sienten cómo "el Señor cambió la suerte de Sión", se llenan de alegría y le cantan alabanzas. Como el labrador que, con una buena cosecha, "al volver, vuelve cantando".
Pablo, (Flp 1,4-6.8-11) desde la cárcel en Roma, escribe esta carta a la comunidad cristiana de Filipos, la capital de la provincia romana de Macedonia, al norte de la actual Grecia. Pablo expresa su alegría y su orgullo por lo bien que van las cosas en Filipos, y por el buen ejemplo que dan a las demás comunidades. Pero a la vez les invita a seguir adelante, a "crecer" y a "llevar adelante hasta el día de Cristo Jesús" lo que ya han comenzado. Sobre todo tienen que tienen que saber "ver", reconocer la venida constante del Señor.
En el Evangelio de Lucas (3,1-6), precedido de un solemne prólogo histórico, que lo sitúa en unas coordenadas muy concretas -Dios no actúa fuera de la historia-, aparece la figura de Juan el Bautista, el precursor inmediato que señalará a Cristo Jesús como el Mesías: "Juan lo proclamó ya próximo y señaló después entre los hombres". Recorre toda la comarca del Jordán "predicando un bautismo de conversión", y lo hace citando al profeta Isaías, que invita a preparar los caminos del Señor, allanando, rellenando, enderezando. Porque todos están destinados a ver la salvación de Dios. El Bautista invita a corregir, a cambiar de rumbo.
La consigna del Bautista es también concreta y actual: todos sabemos qué puede significaresta invitación: "preparen el camino del Señor”…El Adviento es una espera dinámica, no pasiva: es el camino del que sale al encuentro, no del que sólo espera que otro venga. Tenemos que abrirnos, sobre todo, a Dios. De modo que el Dios-connosotros se encuentre con nosotros-con-Dios, y se pueda cumplir que en esta Navidad, como decía el Bautista, "todos verán la salvación de Dios".
El P. Ángel Rossi SJ ha publicado un breve subisidio en el cual señala “Tres desafíos para preparar esta Navidad”. Los asumo con alguna reflexión personal adicional.
1.      Hacer silencio.
2.      Hacerle sitio al Niño.
3.      Hacernos como niños.
Hacer silencio no significa sólo callar externamente o evitar los ruidos externos. Es fundamentalmente “silenciar” el corazón. Es permitir que nuevamente la Palabra de Dios resuene en nuestro corazón, tantas veces lleno de “ruidos”: es evitar tres actitudes que se convierten en obstáculos para prepararnos bien para la Navidad: la distracción y la dispersión que luego producen desencanto. Miremos a María: meditaba en su corazón lo sucedido en ella y se preparaba para el nacimiento del Salvador.
Hacerle sitio al Niño. En Belén no lo tuvo. José y María golpearon una puerta y otra… No había lugar para él. Que en casa lo tenga, que en mi corazón lo tenga. El no presiona a nadie pero invita a todos. Un youtube presenta a José y María que golpean la puerta y el posadero les dice: Imposible: el lugar ya lo ocupa Papá Noel. Que no pase entre nosotros: Navidad es Jesús. Demosle a él el sitio. No sea que lo ocupe otro u otras cosas pero que Él esté ausente.
Hacernos como niños: porque el misterio de la Navidad se contempla con corazón de niño. Por motivos históricos, la puerta de la Basílica de la Natividad en Belén fue casi completamente cerrada. Sólo quedó una pequeña puertita. Para ingresar en ella, los adultos deben agacharse. Sólo lo hacen de pie los niños. Para contempalr el Misterio del amor de Dios manifestado en Jesús, Niño Dios, debemos abajarnos y entonces podremos ingresar en este “abismo” de amor y de ternura y contemplar el Misterio que nos sobrepasa pero que nos llena de una inmensa alegría: la alegría del encuentro con Jesús, el Mesías prometido, anunciado y esperado… En una palabra la alegría de la salvación …

Hemos encendido dos velas en la corona de Adviento: sigamos caminando!!!
                                                                            Pbro. Mario A. Haller