Domingo de la conversión
Iniciamos
la segunda semana de Adviento con la mirada puesta, de nuevo, no sólo en la
Navidad de este año, sino en la venida gloriosa de Cristo al final de la
historia.
El
profeta Baruc (5,1-9) asegura la cercanía y la ayuda de Dios. Pide al pueblo
que se alegre, porque sus hijos vuelven gozosos a la patria, a Jerusalén,
después del destierro. Es Dios mismo quien prepara el camino para esta vuelta: todo
será fiesta y alegría, y triunfará la justicia.
El
salmo prolonga el mensaje de espera gozosa: "el Señor ha estado grande con
nosotros y estamos alegres". Los creyentes sienten cómo "el Señor
cambió la suerte de Sión", se llenan de alegría y le cantan alabanzas.
Como el labrador que, con una buena cosecha, "al volver, vuelve
cantando".
Pablo,
(Flp 1,4-6.8-11) desde la cárcel en Roma, escribe esta carta a la comunidad
cristiana de Filipos, la capital de la provincia romana de Macedonia, al norte
de la actual Grecia. Pablo expresa su alegría y su orgullo por lo bien que van
las cosas en Filipos, y por el buen ejemplo que dan a las demás comunidades.
Pero a la vez les invita a seguir adelante, a "crecer" y a
"llevar adelante hasta el día de Cristo Jesús" lo que ya han
comenzado. Sobre todo tienen que tienen que saber "ver", reconocer la
venida constante del Señor.
En
el Evangelio de Lucas (3,1-6), precedido de un solemne prólogo histórico, que
lo sitúa en unas coordenadas muy concretas -Dios no actúa fuera de la
historia-, aparece la figura de Juan el Bautista, el precursor inmediato que
señalará a Cristo Jesús como el Mesías: "Juan lo proclamó ya próximo y
señaló después entre los hombres". Recorre toda la comarca del Jordán
"predicando un bautismo de conversión", y lo hace citando al profeta
Isaías, que invita a preparar los
caminos del Señor, allanando, rellenando, enderezando. Porque todos
están destinados a ver la salvación de Dios. El Bautista invita a corregir, a
cambiar de rumbo.
La
consigna del Bautista es también concreta y actual: todos sabemos qué puede
significaresta invitación: "preparen el camino del Señor”…El Adviento es
una espera dinámica, no pasiva: es el camino del que sale al encuentro, no del
que sólo espera que otro venga. Tenemos que abrirnos, sobre todo, a Dios. De
modo que el Dios-connosotros se encuentre con nosotros-con-Dios, y se pueda
cumplir que en esta Navidad, como decía el Bautista, "todos verán la salvación de Dios".
El
P. Ángel Rossi SJ ha publicado un breve subisidio en el cual señala “Tres desafíos para preparar esta Navidad”.
Los asumo con alguna reflexión personal adicional.
1.
Hacer
silencio.
2.
Hacerle
sitio al Niño.
3.
Hacernos
como niños.
Hacer silencio no significa sólo callar
externamente o evitar los ruidos externos. Es fundamentalmente “silenciar” el
corazón. Es permitir que nuevamente la Palabra de Dios resuene en nuestro
corazón, tantas veces lleno de “ruidos”: es evitar tres actitudes que se
convierten en obstáculos para prepararnos bien para la Navidad: la distracción
y la dispersión que luego producen desencanto. Miremos a María: meditaba en su
corazón lo sucedido en ella y se preparaba para el nacimiento del Salvador.
Hacerle sitio al
Niño. En Belén
no lo tuvo. José y María golpearon una puerta y otra… No había lugar para él.
Que en casa lo tenga, que en mi corazón lo tenga. El no presiona a nadie pero
invita a todos. Un youtube presenta a José y María que golpean la puerta y el
posadero les dice: Imposible: el lugar ya lo ocupa Papá Noel. Que no pase entre
nosotros: Navidad es Jesús. Demosle a él el sitio. No sea que lo ocupe otro u
otras cosas pero que Él esté ausente.
Hacernos como niños: porque el misterio de la
Navidad se contempla con corazón de niño. Por motivos históricos, la puerta de
la Basílica de la Natividad en Belén fue casi completamente cerrada. Sólo quedó
una pequeña puertita. Para ingresar en ella, los adultos deben agacharse. Sólo
lo hacen de pie los niños. Para contempalr el Misterio del amor de Dios
manifestado en Jesús, Niño Dios, debemos abajarnos y entonces podremos ingresar
en este “abismo” de amor y de ternura y contemplar el Misterio que nos
sobrepasa pero que nos llena de una inmensa alegría: la alegría del encuentro
con Jesús, el Mesías prometido, anunciado y esperado… En una palabra la alegría
de la salvación …
Hemos
encendido dos velas en la corona de Adviento: sigamos caminando!!!
Pbro. Mario A. Haller