Domingo de la
espera del Señor y de la vigilancia del díscipulo de Cristo
Hoy, 1° de diciembre comienza el último
mes del año 2018 y asimismo con este domingo comienza un nuevo año litúrgico.El Evangelio que nos acompañará en este ciclo C es el de Lucas.La primera etapa
del Adviento se centra en la última venida, gloriosa y definitiva, de Cristo,
el Juez Salvador.En cambio, la segunda parte Adviento se orienta a la
preparación de la Navidad.En las lecturas de este
domingo, todos los verbos están en futuro.
El texto de Jr 33, 14-16 esuna página llena de confianza, un anuncio de
esperanza en tiempos difíciles: el profeta anuncia que de la casa de David,
Dios va a "suscitar un vastago legítimo”; es clara la profecía acerca del
Mesías. El salmo responsorialtambién
nos invita a la esperanza: "a ti, Señor, levanto mi alma". Además, advierte
a los creyentes para que sigan los caminos del Señor. En efecto, el salmista
pide: "enséñame tus caminos,
instruyeme en tus sendas".
En el texto a los Tesalonicenses (1Tes. 3,12-4,2),
Pablo, a los cristianos que ya vivían bien el evangelio, los exhorta a que
sigan así pero como los cristianos de Tesalónica son recién
convertidosnecesitan madurar. "Sigan
adelante": buena consigna para cada comunidad y para cada
cristiano.
El Evangelio
(Lc 21,25-28.34-36) nos habla del futuro del mundo. La venida gloriosa de Jesús
no debe producir espanto, sino alegría y confianza: "cuando empiece a
suceder esto, levanten, alcen la cabeza, se acerca vuestra liberación". También
escuchamos hoy la llamada de Jesús: "estén siempre despiertos”. A pesar de
que somos cristianos, fácilmente podemos olvidar las cosas que son esenciales.
"Estén siempre despiertos". Lo contrario de estar despiertos es que
se "nos embote la mente con el vicio, la bebida y la preocupación del
dinero". Jesús pone unos ejemplos que eran válidos en su tiempo y que
siguen siéndolo ahora.
En consecuencia, el Adviento nos hace mirar hacia el futuro, hacia el fin del
mundo. No sólo recordamos la venida de Jesús que ya sucedió sino que también miramos
más allá, hacia el final de la historia. El que vino hace poco más de dos mil
años, vendrá al final de los tiempos, y viene permanentemente a comunicarnos su
gracia y su salvación. Y así, Jesucrsito es “ayer, hoy y siempre”, el
Dios-con-nosotros.Los cristianos debemos tener buena memoria: mientras recordamos
el gran acontecimiento de hace dos mil años, renovamos nuestro compromiso con el presente. El período de
historia que nos toca vivir a cada uno es decisivo para nosotros, y es
también la preparación inmediata al encuentro personal con el Señor.
Un gran autor español,
Calderón de la Barca, escribió un célebre drama titulado La vida es sueño.
Cuando una mujer está embarazada se dice que «espera» un niño; los despachos de
personas importantes tienen «sala de espera». Pensándolo bien, la vida misma es
una sala de espera. Nos impacientamos cuando estamos obligados a esperar una
visita o una experiencia. Pero ¡ay si dejáramos de esperar algo! Una persona
que ya no espera nada de la vida está muerta. La vida es espera, pero es
también cierto lo contrario: ¡la espera es vida!.La del cristiano no es una
espera vacía, un dejar pasar el tiempo. No se trata de “balconear la vida”,
dice el Papa Francisco[1]. En
el Evangelio de este domingo Jesús dice también cómo debe ser la espera de los
discípulos, cómo deben comportarse entretanto, a fin de no verse sorprendidos:
«Guárdense de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje,
por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida... Estén en vela, pues, orando en todo tiempo...».Ora et labora, decía San Benito: oración
y acción. Acción comprometida y concreta…
En el caso de que sintamos la tentación
del cansancio o del desaliento ante una sociedad en crisis o ante una Iglesia
que no acaba de mostrar una imagen viva y evangélica, o ante una historia
personal que deja que desear, Dios nos
anuncia una palabra de cercanía y de salvación: el Dios que viene, en Cristo
Jesús, a nuestras vidas, quiere comunicarnos su alegría y su vida en este
tiempo de gracia que se llama Adviento y Navidad. El Adviento es una
valiente invitación a la confianza, es una "escuela de esperanza", a
pesar de que las circunstancias históricas o personales no parezcan favorecer
esta visión optimista.
Para la reflexión: San Agustín: Comentario al Salmo 147,1:
“Si amamos a Cristo, también debemos desear su venida. … no creo que tenga lugar que se tema
venga Aquel a quien amas; que pidas venga tu reino, y temas
ser oído. Pero ¿de dónde procede el temor? ¿De que ha de venir
el juez?... ¿Quién ha de venir? ¿Por qué no te alegras? ¿Quién ha de venir a
juzgarte sino el que vino a ser juzgado por tu provecho? … Allí estará él, tú y
tu causa; la manifestación de tu causa es el testimonio de tu conciencia.
Cualquiera que seas el que temes al futuro juez, corrige ahora tu actual
conciencia. ¿Te parece poco que no indague lo pasado? Entonces juzgará en un instante, pero
ahora, ¡con cuánto tiempo nos previene! Entonces ya no habrá lugar a corrección;
ahora ¿quién lo impide?”.
[1]"Balconear",
quiere decir "mirar desde el balcón". Es una actitud puramente
curiosa, sin participación, como un espectador de los demás que no participa de
lo que está viendo. Siempre tiene un comentario crítico sobre lo que no le
gusta o le parece mal, pero no se mezcla con la gente.
Pbro. Mario A. Haller
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