jueves, 8 de septiembre de 2011

Jueves 8 de septiembre: tercer día de la novena

Jueves 8 de septiembre
Tercer día de la novena
Contemplamos a María, unida al destino doloroso de su Hijo.

Inicio:
“En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo”

Acto Penitencial
Tú que eres el Siervo que das la vida por la salvación de todos. Señor ten piedad
Tú que te ofreciste en el Templo a los cuarenta días, anticipando el sacrificio redentor del Calvario. Cristo ten piedad
Tú que nos llamas a asociar nuestro dolor a tu sacrificio eterno. Señor ten Piedad.

Texto Bíblico                                                                                Lc 2, 22-35
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: "Todo varón primogénito será consagrado al Señor". También debían ofrecer un sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: «Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel».
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos».

Tema del día
La profecía de Simeón
De las Catequesis de Juan Pablo II sobre la Virgen , Miércoles 18 de diciembre de 1996

Después de haber reconocido en Jesús la "luz para alumbrar a las naciones" (Lc 2, 32), Simeón anuncia a María la gran prueba a la que está llamado el Mesías y le revela su participación en ese destino doloroso.
La referencia al sacrificio redentor, ausente en la Anunciación, ha impulsado a ver en el oráculo de Simeón casi un "segundo anuncio" (Redemptoris Mater, 16), que llevará a la Virgen a un entendimiento más profundo del misterio de su Hijo.
Simeón, que hasta ese momento se había dirigido a todos los presentes, bendiciendo en particular a José y María, ahora predice sólo a la Virgen que participará en el destino de su Hijo. Inspirado por el Espíritu Santo, le anuncia: "Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción ―¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!― a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones" (Lc 2, 34-35).
Estas palabras predicen un futuro de sufrimiento para el Mesías. En efecto, será el "signo de contradicción", destinado a encontrar una dura oposición en sus contemporáneos. Pero Simeón une al sufrimiento de Cristo la visión del alma de María atravesada por la espada, asociando de ese modo a la Madre al destino doloroso de su Hijo.
Así, el santo anciano, a la vez que pone de relieve la creciente hostilidad que va a encontrar el Mesías, subraya las repercusiones que esa hostilidad tendrá en el corazón de la Madre. Ese sufrimiento materno llegará al culmen en la pasión, cuando se unirá a su Hijo en el sacrificio redentor. (…)
María y José manifiestan su admiración cuando Simeón proclama a Jesús "luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel" (Lc 2, 32). María, en cambio, ante la profecía de la espada que le atravesará el alma, no dice nada. Acoge en silencio, al igual que José, esas palabras misteriosas que hacen presagiar una prueba muy dolorosa y expresan el significado más auténtico de la presentación de Jesús en el templo.
En efecto, según el plan divino, el sacrificio ofrecido entonces de "un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley" (Lc 2, 24), era un preludio del sacrificio de Jesús, "manso y humilde de corazón" (Mt 11, 29); en él se haría la verdadera "presentación" (cf. Lc 2, 22), que asociaría a la Madre a su Hijo en la obra de la redención. (…)
A partir de la profecía de Simeón, María une de modo intenso y misterioso su vida a la misión dolorosa de Cristo: se convertirá en la fiel cooperadora de su Hijo para la salvación del género humano.

Santo Rosario  (Misterios dolorosos)

Preces
A cada intención respondemos: por María, escúchanos Señor.
Por la Iglesia, para que a ejemplo de María continúe ofreciendo con piedad y devoción el Sacrificio de Cristo, perpetuado en la Eucaristía.
Por los Obispos y los sacerdotes, para que hagan de sus vidas una ofrenda agradable a Dios Padre.
Por los padres de familia, para que a ejemplo de María entreguen con generosidad a sus hijos para el servicio de Dios.
Para que los cristianos aceptemos las contrariedades de la vida unidos al Redentor.



Oración a Nuestra Señora de la Piedad

Señora y Madre Nuestra:
Tú que llevaste en tu seno al Hijo de Dios;
Tú que sufriste al perderlo en el templo;
Tú que lo viste flagelado y coronado de espinas;
Tú que lo viste cargado con la Cruz camino del Calvario;
Tú que lo viste agonizar colgado entre el Cielo y la Tierra;
Tú que asociaste tu amadísimo Corazón lleno de dolor al momento de su muerte;
Tú que con piedad lo recibiste ya sin vida en tus brazos.
Enséñanos a llevar con la alegría de la salvación  todas las contrariedades, penas y dolores de nuestras vidas.
Enséñanos a no desesperar en la prueba, a ser pacientes y constantes, para que así, firmes en la adversidad, podamos participar del gozo de la redención.
Amén
Pbro Néstor Kranevitter

Canto

Himno a Nuestra Señora de la Piedad

Letra: P. Leandro Bonnin
Música: Miguel "Otti" Gómez


1   Siendo Jesús un niño pequeño,
profetizaba ya Simeón
que: “una cruel y terrible espada”
traspasaría tu Corazón
Un generoso SÍ respondiste
al misterioso plan redentor:
con Cristo habrías de padecer
santificando al pecador

Santa María, fuente de Amor,
Nuestra Señora de la Piedad:
haz que aceptemos la voluntad
del Padre eterno, nuestro Creador.
Danos paciencia y fidelidad,
cuando nos toque abrazar la Cruz:
haz que en las llagas de tu Jesús
hallemos siempre refugio y paz.

2. Cuando en la Cruz, Jesús se entregaba
allí estuviste, cual Virgen fiel:
cual nueva Eva, cual fiel esclava
corredimiendo junto con Él.
En esa hora triste y gloriosa
Quiso Él dejarnos otro gran don
¡Te dio por Madre a todos nosotros!
¡Miles de hijos Él te confió!

3. Santa María de los Dolores
Nuestra Señora de la Piedad,
tus hijos vienen, buscan tu rostro
buscan alivio, consuelo y paz.
En nuestras cruces nunca nos dejes,
sosténnos siempre con tu oración.
Que unamos siempre nuestros dolores
a los dolores de  la Pasión

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