jueves, 13 de septiembre de 2012

Jueves 13 de septiembre. Octavo día de la novena


Jueves 13 de septiembre
Octavo día de la novena
Contemplamos a María como Madre de la Iglesia, en la espera del Espíritu.

Inicio:
“En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo”

Acto Penitencial
Por nuestra falta de confianza en tus promesas. Señor ten piedad
Por nuestra falta de docilidad a las mociones del Espíritu Santo. Cristo, ten piedad
Por nuestra pereza en el cumplimiento del mandato misionero. Señor, ten piedad

Texto bíblico                                                                  Hech 1, 12-14; 2, 1-4
Los Apóstoles regresaron entonces del monte de los Olivos a Jerusalén: la distancia entre ambos sitios es la que está permitida recorrer en día sábado. Cuando llegaron a la ciudad, subieron a la sala donde solían reunirse. Eran Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago, hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas, hijo de Santiago. Todos ellos, íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos.
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse.

Tema del día
María y el don del Espíritu
De las Catequesis de Juan Pablo II sobre la Virgen María, miércoles 28 de mayo de 1997

Recorriendo el itinerario de la vida de la Virgen María, el concilio Vaticano II recuerda su presencia en la comunidad que espera Pentecostés. (…) La primera comunidad constituye el preludio del nacimiento de la Iglesia; la presencia de la Virgen contribuye a delinear su rostro definitivo, fruto del don de Pentecostés.
En la atmósfera de espera que reinaba en el cenáculo después de la Ascensión, ¿cuál era la posición de María con respecto a la venida del Espíritu Santo?
El Concilio subraya expresamente su presencia, en oración, con vistas a la efusión del Paráclito: María implora «con sus oraciones el don del Espíritu». Esta afirmación resulta muy significativa, pues en la Anunciación el Espíritu Santo ya había venido sobre ella, cubriéndola con su sombra y dando origen a la encarnación del Verbo.
Al haber hecho ya una experiencia totalmente singular sobre la eficacia de ese don, la Virgen santísima estaba en condiciones de poderlo apreciar más que cualquier otra persona. En efecto, a la intervención misteriosa del Espíritu debía ella su maternidad, que la convirtió en puerta de ingreso del Salvador en el mundo. (…)
Por ello, su singular experiencia, a la vez que la impulsaba a desear ardientemente la venida del Espíritu, la comprometía también a preparar la mente y el corazón de los que estaban a su lado.
Durante esa oración en el cenáculo, en actitud de profunda comunión con los Apóstoles, con algunas mujeres y con los hermanos de Jesús, la Madre del Señor invoca el don del Espíritu para sí misma y para la comunidad.
Era oportuno que la primera efusión del Espíritu sobre ella, que tuvo lugar con miras a su maternidad divina, fuera renovada y reforzada. En efecto, al pie de la cruz, María fue revestida con una nueva maternidad, con respecto a los discípulos de Jesús. Precisamente esta misión exigía un renovado don del Espíritu. Por consiguiente, la Virgen lo deseaba con vistas a la fecundidad de su maternidad espiritual. (…)
En la comunidad cristiana la oración de María reviste un significado peculiar: favorece la venida del Espíritu, solicitando su acción en el corazón de los discípulos y en el mundo. De la misma manera que, en la Encarnación, el Espíritu había formado en su seno virginal el cuerpo físico de Cristo, así ahora, en el cenáculo, el mismo Espíritu viene para animar su Cuerpo místico. Por tanto, Pentecostés es fruto también de la incesante oración de la Virgen, que el Paráclito acoge con favor singular, porque es expresión del amor materno de ella hacia los discípulos del Señor.(…)
En la Iglesia que nace, ella entrega a los discípulos, como tesoro inestimable, sus recuerdos sobre la Encarnación, sobre la infancia, sobre la vida oculta y sobre la misión de su Hijo divino, contribuyendo a darlo a conocer y a fortalecer la fe de los creyentes.
No tenemos ninguna información sobre la actividad de María en la Iglesia primitiva, pero cabe suponer que, incluso después de Pentecostés, ella siguió llevando una vida oculta y discreta, vigilante y eficaz. Iluminada y guiada por el Espíritu, ejerció una profunda influencia en la comunidad de los discípulos del Señor.

Santo Rosario  (Misterios Gloriosos)

Preces
A cada oración respondemos: Por la Madre de la Iglesia, óyenos Señor.
Para que la Iglesia se deje siempre conducir y vivificar por el Espíritu Santo.
Para que los ministros de la Iglesia sean siempre fieles a la oración, y alcancen para sí mismos y su pueblo la gracia de la fidelidad.
Para que los cristianos se comprometan a colaborar con obra misionera.
Para  que a ejemplo de María y los apóstoles, nuestras comunidades cristianas sean lugares de oración perseverante y unidad.


Oración a Nuestra Señora de la Piedad

Señora y Madre Nuestra:
Tú que llevaste en tu seno al Hijo de Dios;
Tú que sufriste al perderlo en el templo;
Tú que lo viste flagelado y coronado de espinas;
Tú que lo viste cargado con la Cruz camino del Calvario;
Tú que lo viste agonizar colgado entre el Cielo y la Tierra;
Tú que asociaste tu amadísimo Corazón lleno de dolor al momento de su muerte;
Tú que con piedad lo recibiste ya sin vida en tus brazos.
Enséñanos a llevar con la alegría de la salvación  todas las contrariedades, penas y dolores de nuestras vidas.
Enséñanos a no desesperar en la prueba, a ser pacientes y constantes, para que así, firmes en la adversidad, podamos participar del gozo de la redención.
Amén
Pbro Néstor Kranevitter

Canto

Himno a Nuestra Señora de la Piedad

Letra: P. Leandro Bonnin
Música: Miguel "Otti" Gómez


1   Siendo Jesús un niño pequeño,
profetizaba ya Simeón
que: “una cruel y terrible espada”
traspasaría tu Corazón
Un generoso SÍ respondiste
al misterioso plan redentor:
con Cristo habrías de padecer
santificando al pecador

Santa María, fuente de Amor,
Nuestra Señora de la Piedad:
haz que aceptemos la voluntad
del Padre eterno, nuestro Creador.
Danos paciencia y fidelidad,
cuando nos toque abrazar la Cruz:
haz que en las llagas de tu Jesús
hallemos siempre refugio y paz.

2. Cuando en la Cruz, Jesús se entregaba
allí estuviste, cual Virgen fiel:
cual nueva Eva, cual fiel esclava
corredimiendo junto con Él.
En esa hora triste y gloriosa
Quiso Él dejarnos otro gran don
¡Te dio por Madre a todos nosotros!
¡Miles de hijos Él te confió!

3. Santa María de los Dolores
Nuestra Señora de la Piedad,
tus hijos vienen, buscan tu rostro
buscan alivio, consuelo y paz.
En nuestras cruces nunca nos dejes,
sosténnos siempre con tu oración.
Que unamos siempre nuestros dolores
a los dolores de  la Pasión

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